martes, 2 de abril de 2019

RAMÓN CARRERAS: De Malvinas al Barrio Fontana | Crónica de un ex combatiente.

Una noche de fines de marzo de 1982, Ramón y Daly habían hecho un balde de pochoclos y se disponían a ver una película en la casa que habitaban en la base militar Espora, cerca de Bahía Blanca. Pero unos sorpresivos golpes durante la noche en la puerta les hizo cambiar los planes.
Una breve charla con un soldado y sin mayores demoras Ramón tomó su bolso de campaña, besó a su esposa y se dirigió, aun sin saberlo, a la misión que lo marcaría de por vida. Daly y Ramón se volverían a ver recién después del 2 de abril, unos días antes de regresar al teatro de operaciones bélicas durante el mes en que las islas quedaron bajo control de militares argentinos.
Lo que pasa en esos días están tallados por pasos de plomo y cargados de tensión. Primero fue embarcado en el ARA Bahía Buen Suceso y aunque el hermetismo de los altos oficiales no permitía saber de qué se trataba todo ese despliegue, entre los militares de rangos inferiores y soldados se tejían cientos de hipótesis.
El conflicto con Chile por el Canal de Beagle aún estaba latente, la disputa por el territorio patagónico se vivía a flor de piel. Pero la misión que tenían encomendada era otra: recuperar el archipiélago malvinense.
Para Daly la situación no fue menos tensa: en el barrio militar nos preguntábamos qué estaba pasando. Lejos de su hogar, el primero de abril, las fuerzas argentinas de recuperación ya están navegando frente a las inmediaciones de Puerto Argentino: “Por la noche veíamos las luces del pueblo. Había una cierta alegría, algo de entusiasmo y ansiedad por lo que íbamos a vivir”, recuerda Ramón.
“Ya el 2 de abril, nuestro buque abre las compuertas frontales, se inunda la parte delantera y desembarcamos en vehículos anfibios. Al principio estaba todo normal hasta que empezamos a escuchar que el artillero de nuestro vehículo respondía disparos del enemigo. Ahí fue el gran golpe de realidad”, rememora Ramón sobre los primeros instantes en tierra malvinense.
Los meses previos
En 1981, antes de la guerra de Malvinas, Ramón notaba un movimiento extraño: “Nuestro entrenamiento era más intensivo”, y agrega: “llegaban armas nuevas, teníamos mucha practica de tiro”. Llegó un día en que a Ramón lo convocaron para partir sin saber él ni nadie a dónde se dirigían. “Yo creí que íbamos a Río Grande, hasta que mencionaron Malvinas y desplegaron en una sala una serie de mapas y fotografías con todos los detalles para la operación”.
La experiencia de Ramón fue diferente a lo que estamos acostumbrados a escuchar. “Nos tocó vivir la mejor parte de la guerra: vimos rendirse a los ingleses, izar la bandera argentina y arriar la de los ingleses. Incluso no era un día feo: había sol”, recuerda de ese momento histórico.
Respecto al combate, Ramón cuenta: “Nosotros teníamos una formación de tiro y entrenamiento, pero la experiencia del combate no la tenía ni yo, ni el más grande, ni el chico de 18 años”.
Después de dos días en las islas, el 4 de abril de 1982 es enviado junto con su batallón de regreso a Río Grande para vigilar la frontera con Chile y ya no regresó al territorio insular.
La posguerra
Teniendo vínculos familiares se muda a Puerto Madryn en 1990 y se instala detrás del comercio Tito, sobre calle Gales, lugar donde además aprendió el oficio de carnicero que desempeñó por algunos años. En 1996 termina su casa y vuelve a trabajar en la pesca hasta 2016 cuando se jubila.
Ramón nos cuenta que pasó por un tiempo de “negación de Malvinas”, durante el cual le costaba mucho hablar sobre el tema. Fue a partir de que lo inviten a dar charlas en escuelas, hace no tantos años, cuando decidió empezar a contar su historia.
A Ramón le parece importante no olvidarse de Malvinas, porque es parte de nuestra historia como país, y para nosotros es indispensable, también, no olvidarnos de Ramón.